Una
de las preguntas que genera mayor debate entre los que continua y
profesionalmente hablan en público, tiene que ver con el hecho de concluir si
un Orador nace o se hace.
Ahora bien, desde mi
humilde observación, el problema de la respuesta depende de los conceptos que
se manejan, porque una cosa es hablar en público y otra muy diferente es ser un
Orador.
Cuando consultamos a las
personas cuya profesión es hablar en público, docentes, conferenciantes,
expositores, comunicadores sociales, vas a escuchar que la gran mayoría refiere
que un Orador nace, y un porcentaje mínimo, afirma que un Orador se hace,
respuesta para muchos "salomónica", porque ello les permite afirmar
que hay un número de individuos que vienen al mundo con capacidades
innatas para comunicarse y hay quienes desarrollan esas
capacidades en su labor profesional.
En primer lugar, debemos
de entender que el acto de comunicarse, de transmitir ideas, de expresar
opiniones, es inherente al ser humano, porque hablar, según el Diccionario de la
Real Academia Española es "articular, proferir palabras para darse a
entender", y público se define como el "conjunto de las personas que
participan de unas mismas aficiones o con preferencia concurren a determinado
lugar", de allí podemos concluir que hablar en público se
entiende como dirigirse a un grupo de personas para darse a entender, para
posicionar nuestra idea, esto nos los amplia el Instituto de Comunicación
Empresarial cuando refiere que "hablar en público es saber comunicar
los mensajes con eficacia".
Considero que por su
definición, el hablar, de inherente al ser humano, muchos llegamos a
confundirlo con lo innato y de allí nace la confusión.
Seguidamente,
consultamos al Diccionario de la Real Academia Española y encontramos
que Oratoria es el "arte de hablar con elocuencia", donde la
elocuencia "es la capacidad de expresarse en público de forma fluida,
elegante y persuasiva".
Notemos que en ambos casos
lo importante de comunicarse es darse a entender, que los oyentes capten la
idea o mensaje del emisor, por tanto puede generarse allí la confusión de creer
que un orador nace, debido que asumimos que comunicarnos es propio del ser
humano porque nacemos con la necesidad e intención de comunicar nuestros
pensamientos.
Se puede señalar, que
entre ambas definiciones, Hablar en Público y Oratoria, hay una similitud, pero
donde la mayoría no se detiene a analizar es el punto referente a: elegancia y persuasión, características propias
de la Oratoria, las cuales nos permite afirmar que un Orador se hace, no nace.
Veamos, para hablar
con elegancia se debe tener un vocabulario amplio, se
debe conocer las normas más elementales de comunicación, además de ello la
elegancia al hablar refiere de manera directa a la función constructora y
formadora del lenguaje hablado, donde la retórica juega un papel preponderante,
"sobre todo los tropos: metáfora, sinécdoque, metonimia", y
nadie puede nacer con ese conocimiento, eso se aprende en el estudio y revisión
del "arte de hablar".
Algo semejante ocurre con
la persuasión, entendida como el proceso intencionado
"para lograr el cambio de actitud, pensamiento o comportamiento
de una persona o un grupo hacia algún evento, idea, objeto o
persona", la cual es efectiva en la medida que se estudian sus estructuras
y sus formas de interacción, como afirma Antonio Miguel Saad puede
decirse que el orador es el que puede abrir alguna de las cuatro puertas que hay
en el hombre: la del corazón, para motivarlo; la de la voluntad, para
persuadirlo; la de la inteligencia, para convencerlo; y la de la imaginación,
para enaltecerlo.
Es por ello, que afirmamos
que un Orador se hace, no nace, porque es imposible que al nacer podamos
conocer y dominar los principios de la Oratoria, debido que por mucha facilidad
que podamos tener para hablar en público, ello no nos convierte en
oradores, porque un Orador es aquel que hace de la palabra hablada un
arte.
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