En
algún momento de nuestra existencia nos ha tocado el deber de dirigirnos a un
público, ello obedece a nuestra realidad de seres sociales, seres con la
responsabilidad de expresar ideas u opiniones.
Es común al día de hoy que muchos aprendan a hablar en público con el objetivo de influir en las opiniones
de sus semejantes, buscan poder persuadir en otros sobre realidades diversas, para
poder abrirse las puertas a mejores oportunidades de vida, y de condiciones socio-económicas, cosa que no es malo, pero para la mayoría, es importante porque
nos ayuda a mejorar en la convivencia diaria, facilitando el crecimiento
emocional e intelectual.
Podemos
afirmar, que aprender a hablar en público nos permite mejorar en dos
direcciones, la individual y la social, con respecto a la primera aprendemos a
valorarnos y a conocernos, sanando heridas y construyendo una imagen verdadera
de nosotros mismos, fortaleciendo la autoestima, la identidad, la autonomía, la
humildad, la empatía, los valores, al tiempo que mejoramos nuestra capacidad
intelectual y lingüística, así como nuestra aceptación.
En
relación a lo segundo, nos ayuda a expresarnos de manera asertiva, para
aprender a aceptar a los demás y respetarlos, aprendemos a ponerle palabras a las emociones
y a los temores, para explicar y dar estructura a lo que nos acontece, sentando
así las bases de interacciones humanas exitosas que va a impactar a nivel
profesional, donde “puedes mejorar tu
valor como persona en un 50 por ciento con sólo poder hablar en público sobre
tus ideas”.