sábado, 27 de mayo de 2017

Los 3 amores básicos de un buen orador

En la oratoria debemos hablar, fomentar y vivir 3 amores básicos los cuales favorecen nuestro crecimiento en calidad y belleza como artistas.

Primer amor: El amor a uno mismo.  Amarse a uno mismo es la base fundamental para el desarrollo equilibrado a nivel emocional de toda persona, y más aún para un artista de la palabra hablada, porque implica estar atento a nuestras necesidades de vida, aceptándonos y respetándonos por ser quienes somos. Al vivir de esta manera podemos sacar la mejor versión de nosotros mismos, descubriendo el potencial que tenemos a nivel: social, afectivo, intelectual o espiritual.  La persona que se ama a sí misma no pasa indiferente ante la sociedad, porque es alguien honesto con él mismo y con los demás, es alguien comprometido con el bienestar propio y ajeno. Un orador que se ama a sí mismo se reconoce porque no se compara con otros oradores, muy al contrario siempre está valorando y apoyando a otros para que persistan y maduren en el arte de comunicar.


Segundo amor: El amor al público. Cuando hablamos de público, en la oratoria, debemos entender, como lo plantea Yago de Marta, que más allá de títulos y otras referencias, el público lo constituyen personas y ello es lo importante para amarlos, un amor que lo hace posible el orador que se preocupa por conocer las características del público que le escuchará, que se ocupa por practicar con la debida antelación y que tiene siempre un mensaje sólido para persuadir. El amor al público es una decisión que todo orador debe experimentar y que le permitirá, en la vivencia de las buenas costumbres, como pedía Quintiliano para el orador perfecto, analizarlos y decidir cómo debe presentar sus ideas adaptando su lenguaje y vestimenta. Al mismo tiempo, el amor al público se expresa en el respeto y valoración que hace el orador al leer el mensaje corporal del auditorio, como lo refiero en otro artículo, al hablar en público no te olvides del público.

Tercer amor: El amor al mensaje. El mensaje se refiere a todo aquello que el orador dice, tanto verbal como corporalmente. Este amor se evidencia en el cuidado que tiene el orador al presentar el contenido del discurso, así como en la estructura u organización para presentar las ideas, en la veracidad y fuerza emocional de lo expuesto.

Hace poco leí la afirmación del profesor  Walter Lewin donde expresaba “puedo hacer que cualquier persona se enamore de la física”. Verdad absoluta para él por el amor que profesa hacia lo que hace. Y esa referencia nos debe guiar a nosotros.  Amar el mensaje es conocerlo. Amar el mensaje es expresarlo correctamente. Amar el mensaje es tener el fondo necesario para sustentar las propuestas.

Para cerrar, quiero recordarte la premisa fundamental: Amar.

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