Muchas personas que han tenido alguna
experiencia desagradable en alguna presentación o intervención en público o que
sencillamente no han podido aprender a dominar el miedo escénico, van por la
vida justificándose con expresiones que muchos llegamos a apoyar.
Recuerdo que hace algún tiempo, luego
de terminar una conferencia, una muchacha se me acercó y luego de darme las
gracias por la intervención que hice, me dijo “con eso se nace”, yo agradecí
sus palabras y le respondí esbozando una sonrisa “eso se aprende”, lo cual
desencadenó una agradable conversación en la cual expusimos nuestros
argumentos.
Esa gran mentira, repetida mil veces,
se ha convertido en una verdad, para muchos, absoluta. Yo creo que educarnos
sobre la oratoria, pasa por superar ese tipo de trampas mentales las
cuales se vuelven pesados obstáculos.
Otra de esas comunes trampas, es la
famosa idea de que un artista de la palabra hablada no siente miedo. Allí es
donde en más de una ocasión cito la frase de Jorge David Rodríguez “el día que no sienta miedo al frente de un nuevo
proyecto, me retiro a criar perros”, la cual siempre parafraseo “el día que no
sienta miedo ante una nueva conferencia, ese día me retiro a criar pollos”. Con
ello busco a destacar que el miedo es sano y natural, lo que no es sano ni
natural es la pasividad ante él. Como dijo Dale Carnegie “la inacción cultiva
el miedo. La acción cultiva la confianza y el valor. Si usted quiere conquistar
el miedo, no se quede sentado en la casa pensando acerca de él. Salga y
ocúpese”.
Como última de las mentiras que por hoy
quiero abordar contigo es aquella en la cual se afirma “yo no hablo en público
porque no va con mi personalidad”. Ciertamente, algunos no somos tan
extrovertidos para acomodarnos a cualquier ambiente para iniciar una conversación,
pero creo que allí radica la base de esta mentira, porque un buen artista de la
palabra hablada no es el que sabe hablar en cualquier ambiente, sino aquel que
sabe escuchar para aportar objetiva y prudentemente.
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