Hoy muchos profesionales somos invitados de manera continua a
dirigir unas palabras ante un público, ya sea en una reunión del colegio de
nuestros hijos o en actividades tan diversas como las reuniones de condominio,
pero he notado con mucha insistencia que estamos fallando en algo muy peculiar: asumir con ligereza la
responsabilidad de dirigir unas palabras.
Creo que la cosa viene dada desde las expresiones utilizadas en
las invitaciones, hasta la aptitud que asumimos: señor x, queremos saber si puede darnos una charla el
día tal, es algo sencillo. Los términos en negrita,
considero, son una guía muy precisa para entender el problema.
Iniciemos con la palabra charla, la cual es definida
como disertación acerca de un tema que
se da en un ambiente familiar, distendido y ameno, sin la solemnidad o formalidad
habituales.
La definición nos ilustra mucho lo que desean los
organizadores de una reunión cuando hablan de charla, esperan
un ambiente poco formal donde sea sencillo, claro y
natural, la transmisión de un mensaje, pero hablar de un ambiente
poco formal nos está llevando a muchos a hacer de esas intervenciones,
momentos a los cuales se le debe huir, porque no estamos considerando variables
como el tiempo, vocabulario, lugar y los asistentes. Allí los oradores caemos
en realizar simples presentaciones que cansan, aburren o distancian a los
presentes del arte oratorio, porque el auditorio no diferencia entre un
ponente, orador o conferenciante.
No nos entregamos totalmente a transmitir un mensaje con la calidad correspondiente, porque al ser algo informal lo asumimos con mucha ligereza.
Hago esta alerta porque nosotros los oradores no tenemos auditorio pequeño, nuestras participaciones son historias que escribimos en la mente y el corazón de quienes nos escuchan. Ciertamente, debemos adecuar la forma de transmitir el mensaje, pero nunca debemos obviar lo básico: respetar al público, preparándonos debidamente.
Cada vez que somos responsables da dar una charla, somos también
responsables de hacerlas memorables, sabiendo que el auditorio merece lo mejor
de nosotros. Recuerda que cualquiera es capaz de expresar ideas, solo los
oradores podemos, conscientemente, escribir historias.
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