Cada uno de nosotros escucha de
manera continua expresiones que, atribuidas a la sabiduría popular, las da por
ciertas. “Loro viejo no aprende a hablar”, “el que nace para martillo del cielo
le caen los clavos”, o el muy famoso “la práctica hace al maestro”.
Utilizar de manera indiscriminada es
dar por verdadera esas expresiones y no nos detenemos a pensar en el nivel de
engaño que en ellas pueden existir. Los oradores no somos seres
extraordinarios, pero por nuestra entrega a la palabra debemos estar
atentos para barrer de nuestra mente esas frases que nos pueden anclar y por
tanto imposibilitan nuestro crecimiento.
En más de un curso o entrenamiento, de oratoria y de desarrollo personal, he visto como a los asistentes se les repite, “no hay cosa que la práctica no nos permita alcanzar”, afirmación muy cierta, hasta la mitad, porque al aplicarla al arte de la oratoria, lo que corresponde al lenguaje corporal, al tono de la voz, a las pausas, la estructura del discurso, la forma de argumentación, los silencios y hasta la vocalización se puede mejorar con un aprendizaje de ensayo-error, pero hay requisito fundamental que allí hace falta identificar: Tener intención de corregir.
En más de un curso o entrenamiento, de oratoria y de desarrollo personal, he visto como a los asistentes se les repite, “no hay cosa que la práctica no nos permita alcanzar”, afirmación muy cierta, hasta la mitad, porque al aplicarla al arte de la oratoria, lo que corresponde al lenguaje corporal, al tono de la voz, a las pausas, la estructura del discurso, la forma de argumentación, los silencios y hasta la vocalización se puede mejorar con un aprendizaje de ensayo-error, pero hay requisito fundamental que allí hace falta identificar: Tener intención de corregir.
¿Será que un padre con tres hijos es
mejor padre que aquel que tiene uno solo?, ¿Será que aquel que reprueba siete
veces una materia aprendió más que quienes aprobaron en un solo curso?
Las respuestas son de lado y lado, pero
la verdad es que nada que hagamos sin intención de corregir va a dar
frutos positivos. Allí la clave.
Cuando te dediques a entrenar el fondo
y la forma de tu próxima presentación es necesario tener claro que debe existir
un compromiso por corregir. ¿Qué hicimos mal? ¿Cómo lo podemos hacer bien?
¿Cómo lo hicimos? ¿Podemos hacerlo de otra forma? Esas preguntas nos van a
alimentar y nos permitirán ejercer la humildad para reconocer los aspectos no
solo que debemos practicar, sino que debemos mejorar.
Ya sabes, no siempre la practica hace
al maestro, porque al maestro lo hace la practica consciente de las debilidades
y fortalezas para corregir y mejorar.
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