viernes, 18 de diciembre de 2015

Las Bienaventuranzas del Orador.

El presente artículo nace al leer el blog de Verónica Arosemena del cual tomé, con mucho respeto, la idea central del escrito que hoy les comparto:
1ro. Bienaventurado el orador que pone su talento en las manos de Dios, porque siempre será un instrumento de bendición. 

En la actualidad nos cuesta reconocer la existencia de un Dios que es Señor y Dador de Vida. Muchos afirmamos que lo que hacemos en toda su extensión es mérito propio, postura que respeto, pero el orador que se reconoce guiado y alimentado por Dios será un instrumento maravilloso de bendición, porque podrá hablar de esa felicidad verdadera que da sentido a la existencia humana, como dice Viktor Frankl: amar y ser amado.


2do. Bienaventurado el orador que entiende su arte como una opción de servicio, porque será un guía para la sociedad.
Hoy nuestra sociedad está sedienta de coherencia. En todos lados escuchamos discursos huecos que buscan destruir y aislar, por eso el orador que asume su arte como una opción de servicio será una antorcha que alumbre por senderos justos y libertarios nuestra hermosa sociedad.

3ro. Bienaventurado el orador que promueve la felicidad plena, desde los valores morales, porque será inspiración para muchos.

En el apartado anterior me refería a la coherencia, acá lo retomo pero con el agregado de que todo orador debe saber que sus palabras siempre serán armas poderosas que al ser alimentadas con actos coherentes terminaran siendo fuente e ideal de inspiración, que muchos querrán imitar y seguir, siendo ello un reto constante para construir una sociedad de principios morales sólidos.



4to. Bienaventurado el orador que se levanta ante sus adversidades, porque tendrá siempre palabras de aliento y consuelo.
Muchos compartimos en público cosas que no hemos vívido, es como un profesor que dicta cursos de natación y no sabe nadar. Eso es percibido por el público. Es por ello, que para dar aliento y consuelo el orador debe haber experimentado el dolor, el sufrimiento, porque no solo tendrá el conocimiento teórico sino el emocional que hace que sus palabras tengan mayor brillo e intensidad para consolar a aquellos que no saben afrontar sus adversidades.

5to. Bienaventurado el orador que respeta al público, porque de él serán los aplausos sinceros.
Un orador que respeta al público es aquel que reconoce la dignidad y la valía del auditorio, es decir, es un artista que valora las necesidades y los intereses de quienes asisten a escucharlo, así como sus creencias y paradigmas. Cuando el orador actúa así, el público le retribuye aplausos sinceros de estima y agradecimiento.

6to. Bienaventurado el orador que es feliz compartiendo ideales, porque crecerá en reconocimiento y estima.
El reconocimiento es una acto de agradecimiento y ello lo logra el orador cuando el auditorio disfruta no solo el mensaje que se está transmitiendo, sino el contenido y la forma, logrando con ello el cariño hacia aquel que con su felicidad contagia a los presentes.

7mo. Bienaventurado el orador que se sabe sembrador, porque siempre encontrará terrenos fértiles.
Cuando se es artista de la palabra hablada se valora el poder ayudar a otros a descubrirse como seres únicos, se entiende el orador como arquitecto de metas, pero se reconoce como sembrador de ideas, de pensamiento, de ilusiones, de sueños, capaz de llegar a tierras dañadas por el dolor, la angustia o la depresión, pero encontrando siempre tierras fértiles que darán abundantes frutos.

8vo. Bienaventurado el orador que es humilde, porque siempre será escuchado.

Un Orador humilde es aquel que: identifica sus limitaciones, acepta sus desaciertos y es agradecido, porque sabe que por mucha fama, reconocimiento o ingreso económico que tenga no es más valioso o importante que cualquiera de los asistentes a sus conferencias. Ese tipo de orador siempre tendrá un público deseoso de escucharlo, debido que tendrá paz, verdad y armonía en sus enseñanzas. 

Ya para despedirme, deseo recordarte que todo lo que hagamos para ayudar a otros siempre será necesario y en la oratoria aún más, porque "el que no vive para servir, no sirve para vivir" Madre Teresa de Calcuta


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