lunes, 8 de agosto de 2016

Un binomio exitoso para hablar en público.

Cuando tratamos de desentrañar el arte de hablar en público, buscando esos elementos fundamentales que nos garanticen éxito en nuestras intervenciones, tenemos la tentación de irnos al cómo, otros al por qué, muchos al dónde y al para qué, pero olvidamos una conexión férrea, de importancia radical, un binomio: Oratoria/Alma.

El binomio: Oratoria/Alma, son un solo elemento fundamental en la comunicación entre el orador y quienes lo escuchan.

Ello se debe a que hay verdadera eficacia persuasiva en el mensaje que alguien comunica cuando esta persona que habla, Orador, que quiere llegar con un mensaje para convencer a los otros de algo, es capaz de generar empatía entre él y sus escuchas.

Este puente es, por tanto, entre oratoria, entendida como el conjunto de técnicas y métodos que utiliza un orador para dirigirse a un público, y el alma del público que lo oye.

Un buen orador tiende ese puente siendo él mismo, sacando afuera toda su sensibilidad y sinceridad como persona, mostrándose tal cual es, qué lo emociona, qué lo irrita, cuáles son sus sueños, sus posturas ante determinados temas de la vida, sin llegar a pretender que sean buenos o excepcionales, simplemente dando cuenta que son sus postulados, sus ideas, sus emociones, su modo de ver la vida y enfrentarla. Con honestidad, eso es mostrar su alma desnuda, es un acto de confianza que las asambleas valoran porque entienden que la persona que les habla lo hace desde el más puro y descubierto de sus estados.

Cuando el orador desnuda su alma, amparado en la Oratoria, conjunto de técnicas, aprovechando los silencios, las pausas, los gemidos logra impactar en quienes lo escuchan, porque trasciende las palabras, y como  dice un artículo de Hispana y Oratoria, de la Universidad Complutense de Madrid: “cuando las palabras son insuficientes, aún queda el gemido, el talante, el ademán y el gesto que acompañan al discurso y ayudan al orador en el difícil cometido de su empresa”.

Eso se debe al hecho que no hay discurso sin sustancia, no hay oratoria en intervenciones insípidas, opacas o tristes. Hay oratoria cuando el alma del que dice se proyecta al exterior y se anuda a las almas de aquellos que le atienden, allí, solo allí hay  arte, hay Oratoria.

Como dice Marco Fabio Quintiliano, el aderezo indispensable en un discurso radica en una pasión pathos o ethos, vehemente o tranquila, que la razón ordena y el arte en el manejo de la palabra convierte en fluida y asequible.


Recordemos entonces, que podemos manejar perfectamente el idioma y tener un rico diccionario, pero si nuestro mensaje va desprovisto de emociones no correrá gran suerte.

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