Cuando
tratamos de desentrañar el arte de hablar en público, buscando esos elementos
fundamentales que nos garanticen éxito en nuestras intervenciones, tenemos la
tentación de irnos al cómo, otros al por qué, muchos al dónde y al para qué,
pero olvidamos una conexión férrea,
de importancia radical, un binomio: Oratoria/Alma.
El binomio: Oratoria/Alma, son un solo elemento
fundamental en la comunicación entre
el orador y quienes lo escuchan.
Ello se debe a que hay verdadera
eficacia persuasiva en el mensaje que alguien comunica cuando esta persona que
habla, Orador, que quiere
llegar con un mensaje para convencer a los otros de algo, es capaz de generar
empatía entre él y sus escuchas.
Este
puente es, por tanto, entre oratoria,
entendida como el conjunto de técnicas y métodos que utiliza un orador para
dirigirse a un público, y el alma del público que lo oye.
Un
buen orador tiende ese puente siendo él mismo, sacando afuera toda su sensibilidad y sinceridad como persona,
mostrándose tal cual es, qué lo emociona, qué lo irrita, cuáles son sus sueños,
sus posturas ante determinados temas de la vida, sin llegar a pretender que
sean buenos o excepcionales, simplemente dando cuenta que son sus postulados,
sus ideas, sus emociones, su modo de ver la vida y enfrentarla. Con honestidad,
eso es mostrar su alma desnuda, es un acto de confianza que las asambleas
valoran porque entienden que la persona que les habla lo hace desde el más puro
y descubierto de sus estados.
Cuando
el orador desnuda su alma, amparado en la Oratoria, conjunto de técnicas, aprovechando
los silencios, las pausas, los gemidos logra impactar en quienes lo escuchan,
porque trasciende las palabras, y como dice
un artículo de Hispana y Oratoria, de la
Universidad Complutense de Madrid: “cuando las palabras son insuficientes, aún
queda el gemido, el talante, el ademán y el gesto que acompañan al discurso y
ayudan al orador en el difícil cometido de su empresa”.
Eso
se debe al hecho que no hay discurso sin sustancia, no hay oratoria en
intervenciones insípidas, opacas o tristes. Hay
oratoria cuando el alma del que dice se proyecta al exterior y se anuda a las
almas de aquellos que le atienden, allí, solo allí hay arte, hay Oratoria.
Como
dice Marco Fabio Quintiliano, el aderezo indispensable en un discurso radica en una pasión pathos o ethos, vehemente o tranquila, que la razón ordena y
el arte en el manejo de la palabra convierte en fluida y asequible.
Recordemos
entonces, que podemos manejar
perfectamente el idioma y tener un rico diccionario, pero si nuestro mensaje va
desprovisto de emociones no correrá gran suerte.
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