En la oratoria debemos hablar,
fomentar y vivir 3 amores básicos los cuales favorecen nuestro crecimiento en
calidad y belleza como artistas.

Segundo amor: El
amor al público. Cuando hablamos de público, en la oratoria, debemos
entender, como lo plantea Yago de Marta, que más allá de títulos y otras
referencias, el público lo constituyen personas y ello es lo importante
para amarlos, un amor que lo hace posible el orador que se
preocupa por conocer las características del público que le escuchará, que se ocupa
por practicar con la debida antelación y que tiene siempre un mensaje sólido
para persuadir. El amor al público es una decisión que todo orador debe
experimentar y que le permitirá, en la vivencia de las buenas costumbres, como
pedía Quintiliano para el orador perfecto, analizarlos y decidir cómo debe
presentar sus ideas adaptando su lenguaje y vestimenta. Al mismo tiempo, el
amor al público se expresa en el respeto y valoración que hace el orador al
leer el mensaje corporal del auditorio, como lo refiero en otro artículo, al hablar en público no te olvides del
público.
Tercer amor: El amor al mensaje. El mensaje se refiere a todo aquello que el
orador dice, tanto verbal como corporalmente. Este amor se evidencia en el
cuidado que tiene el orador al presentar el contenido del discurso, así como en
la estructura u organización para presentar las ideas, en la veracidad y fuerza
emocional de lo expuesto.
Hace
poco leí la afirmación del profesor Walter Lewin donde expresaba “puedo hacer que
cualquier persona se enamore de la física”. Verdad absoluta para él por el amor
que profesa hacia lo que hace. Y esa referencia nos debe guiar a nosotros. Amar el mensaje es conocerlo. Amar el mensaje
es expresarlo correctamente. Amar el mensaje es tener el fondo necesario para
sustentar las propuestas.
Para cerrar, quiero
recordarte la premisa fundamental: Amar.
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