Muchos de nosotros presenciamos una pieza teatral o una buena
película y recordamos, para bien o mal, a los actores, la trama, el desenlace
de la obra y lo que en nosotros generó, pero muy pocas veces valoramos esos
elementos que hicieron que la magia de lo vivido resultara posible.
Cuanto le gusta a la industria del arte vendernos al intérprete,
al artista, a quien agradecemos que con su capacidad histriónica o con su
capacidad técnica interpretativa, en el caso de la música y la danza, haga
posible que la recreación se haga real, pero lo lamentable es que tanto lo
destacamos que llegamos a olvidar que es un componente más.
En el arte, llámese teatro, danza, cine, música e incluyendo la oratoria se utilizan un
conjunto de herramientas y objetos para la decoración de un determinado
momento. Esos objetos permiten que lo que se presenta tenga el mayor realismo
posible. Hacen que el arte, ficción por naturaleza, tenga coherencia para el
espectador ayudando a lograr el impacto emocional que el arte desea transmitir.
A eso se le conoce con el nombre de atrezo.
En
el caso propio de nosotros los oradores, al querer definir la palabra atrezo
muchos vamos a entenderlo como utilería, dándole una connotación simplista y
refiriéndonos a una realidad física, ignorando que todos los elementos,
tangibles e intangibles, que tienen importancia para alcanzar los objetivos que
nos propongamos son el atrezo de nuestra presentación, entre esos elementos
podemos considerar: temperatura del lugar de la
presentación, diseño y decoración de la misma, tipo de asiento de los cuales se
dispone, disposición de las sillas, hora del día, posible cansancio o frescura
de los asistentes, calidad del sonido, espacio abierto o cerrado para
desplazarse o el apoyo audiovisual.
Afirma
Álvarez Fernando el atrezo es: no solo la parte física que rodea al orador, sino también el cómo está comunicando su mensaje, su tono
de voz, los silencios que utiliza, el ritmo de su oratoria. Todo aquello que no
es el mensaje principal.
Indudablemente, todo lo que condimenta nuestra presentación
es el atrezo. El problema radica en apartarlo, no dando la importancia que
tiene, sino que, enfocándonos más en el tema, el vestuario, el número de
asistentes hasta en lo que estamos sintiendo, olvidamos que debemos interactuar
con personas, que no son utilería, no son elementos de adorno y por ellos y
para ellos debemos de practicar el cómo: comunicar, transmitir y hacer sentir,
para poder persuadir.
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