En la actualidad muchos estamos siendo presionados para presentar
innovaciones en las áreas en las cuales nos desempeñamos.
Ese fenómeno lleva a muchos a un “mimetismo social”, en el cual tratamos
de presentar, como afirma el profesor Yael Jiménez Alvarado, una “expresión
nueva para algo viejo”, donde tiene gran responsabilidad un "marketing
deshumanizado" conjugado con algunas de las llamadas “neurociencias”,
especialmente las que no tienen asidero científico.
Para ello se recurre al desconocimiento de las personas, entre uno de
los muchos principios de la agnotología, “sembrar el engaño para vender
productos”, lo cual nos lleva a actuar sin ética.
Un ejemplo es la utilización de la expresión “neuro”, basada en el poder
de los prefijos, para construir un producto que sea atrayente al mercado,
aunque muchas veces, respetando las innovaciones que se han hecho, son la copia
de algo ya existente, pero con un nombre construido con un único objetivo: vender, en palabras de
Federico Karrmann, con “excusa marketinera”.
De ello no escapa la oratoria, la cual es atacada de manera incesante y
es presentada como “obsoleta”, “en desuso”, “incapaz de entender” a la
audiencia, otros al momento de explicar la oratoria como "arte" le
llaman, peyorativamente, como "tradicional", no aceptando
que la forma de entenderla hoy la hace juvenil, moderna o práctica, ello
con el objetivo de mostrar "sus ideas" como vanguardistas, al punto
que muchos profetas de lo absurdo afirman que la “oratoria” está en un etapa de
muerte lenta lo cual llevará a la desaparición.
Cierto es, que vivimos en la era de la imagen, caracterizada por el
avance de la digitalización y la masificación de la información, pero la
oratoria, "el arte hablar en público para convencer, conmover o persuadir", sigue tan vigente como en el siglo V a.c, porque es la herramienta
indispensable de toda profesión, siendo a su vez “uno de los dones más
extraordinarios” que posee el ser humano, y sus principios son tan
actuales que apenas hoy, con todos los avances e investigaciones, estamos
logrando entenderla.
Una muestra de su actualidad es que la frase de Pericles (c. 495 a.C. - 429 a.C), "el
que sabe pensar, pero no sabe cómo expresar lo que piensa, está en el mismo
nivel del que no sabe pensar", es de permanente referencia en los ámbitos
académicos y profesionales, la cual se acompaña del consejo de Warren
Buffett “puedes mejorar tu valor como persona en un 50 por ciento con sólo
poder hablar en público sobre tus ideas”.
Quiero que entiendas que no estoy en contra de la innovación, porque si
de algo estoy seguro es que “nada permanece, solo el cambio” y sé que la
irrupción de nuevas tecnologías es necesaria para entender y atender al hombre.
Sin embargo, estoy en contra de esa filosofía dañina, con gran poder
seductor, que recurre a prácticas mal sanas: desprestigiar, calumniar o
injuriar, con lo cual se arrastra a muchos y un orador debe evitarlo porque sus
trajes, deben ser “la honradez y la bondad”.