Días
atrás la liturgia incluía la lectura de la Epifanía del Señor, Mateo
2,1-12, y al meditarla me descubro a los pies de tres poderosas enseñanzas que
puedo aplicar para mejorar mis procesos y actividades comunicativas.
Primero, buscan
signos. Los Reyes Magos no se limitan a ver pasar el día. Son inquietos.
Son buscadores. Aprovechan sus días para aprender y van descubriendo nuevas
teorías, nuevos enfoques. Se nutren provechosamente en la búsqueda de signos y
lo hacen en equipo. Son productivos. Yo me evaluaba y descubría cuánto
procrastino. Hice uno que otro ejercicio para medir mi inquietud provechosa, mi
búsqueda efectiva, y la verdad es que no aprobé.
Descubrí
que al momento de estructurar una actividad pierdo mucho tiempo en la búsqueda
de información y eso obedecía a no tener una pauta precisa para hacerlo.
Acumular información innecesaria, porque no sabía qué era útil y qué no,
desviarme del objetivo o simplemente postergarlo, me generaban
estrés porque se me pasaban los días y a última hora debía correr para cumplir
con lo pautado y me llevaba a para trabajar bajo una presión innecesaria.
Segundo, preguntan.
Preguntar es la piedra fundamental de todo aquel que se sabe aprendiz. Aceptan
que no saben, se saben ignorantes y preguntan a quienes consideran que les
pueden ayudar, ya sea mediante consejos o simples tips, pero todo pasa por
preguntar, porque si no hay preguntas, todo lo que se considere respuesta
sobra.
Para
mí este aspecto de los Reyes Magos me da una mirada del nivel de humildad que
poseían y de la cual debo aprender para mejorar como orador. Ellos,
considerados por sus contemporáneos como sabios, eruditos, son capaces de
preguntar, de ir a otros para aprender, de vaciarse de sus comodidades para
obtener conocimientos¸ para superarse, ser mejores, crecer interiormente y
validar aquello que creen saber.
Dos
preguntas me surgen en este punto: ¿Qué tan humilde soy de reconocerme
ignorante? y ¿tengo esa actitud de aprendiz, necesaria para entregar lo mejor
al comunicar?
Con
esta lectura comprendí que saberme aprendiz significa tener una disposición
abierta y positiva, buscando de forma permanente el aprender, descubriendo que
quiere la vida enseñarme y así valorar que aunque logre o no mis metas, si vivo
como aprendiz, siempre saldré ganando para comunicar cada vez mejor, algo que
el público siempre va a agradecer, porque no se trata de teoría resonante, sino
de conexión que mueva y conecte.
Tercero, caminan.
Se ponen en acción. De nada sirve buscar y preguntar si eso no lleva a
accionar. Salen de sí mismos, luego dejan su tierra, se desplazan y van
construyendo un camino. No es el camino de otros, es uno propio, signado por
sus preguntas y observaciones. Ellos no se conforman con saber. Van a la
realidad a validar sus teorías. Son conscientes que todo lo que saben deben de
compartirlo, por eso al preguntar también dan, comparten lo que suponen es su
verdad, pero sin detener el rumbo que se han trazado. Ellos caminan porque
saben a dónde se dirigen. No conocen el lugar, pero saben que existe. No saben
qué encontraran, pero están seguros de encontrar lo que anhelan.
A
diferencia de los Reyes Magos en muchas ocasiones me paralizo. Soy incapaz de
comunicar en movimiento, prefiero la comodidad del hoy, del aquí, que salir a
construir mi propio camino. Reconozco que en muchas ocasiones no comunico lo
que he transitado, sino lo que otros han labrado.
Sin
embargo, asumo el compromiso. A ejemplo de los Reyes Magos, voy a buscar signos
y preguntar, para ponerme en movimiento para que el camino, que aún pueda no
tener claro, vaya apareciendo y así poder comunicar desde mi experiencia,
ofreciendo lo que he transitado. Estoy lo haré con el objetivo de tener una
mirada menos subjetiva, un verbo menos iluso y unas acciones más enfáticas.